Buscar el amor, buscar a esa persona que nos complemente, que nos enseñe, que nos haga sentir queridos; quizás es el factor más intrínseco del ser humano durante siglos. Se idealiza, se anhela, se pierde. Esa idea de amor romántico eterno, que va contra corriente y marea es lo que nos vende ese pensamiento casi utópico de lo que es el amor, sin embargo, este concepto ha ido evolucionando.
Cada vez más, el amor va a adquiriendo formas diferentes y se amolda a las necesidades de cada individuo haciéndolo plural y diverso, y a veces complicado de entender y es que vivimos en una generación en la que el amor puede ser lo que cada uno elija. Hemos sido testigos de como progresivamente se van acuñando nuevos términos como el poliamor, follamigos, relación abierta (que no es lo mismo que poliamor), entre otras, y es que poco a poco vemos como esa idea del amor romántico se va amoldando a gusto del consumidor y, lo más importante, se va amoldando a lo que nos produzca felicidad. Pero ¿puede haber un modelo de amor que nos proporcione más, o menos, felicidad?
El psicólogo y escritor superventas Rafael Santandreu, creador de manuales de auto terapia y libros de superación y desarrollo emocional, ha llegado a la conclusión de que sí, las parejas tienen, o al menos deberían tener, una fecha de caducidad como clave para ser felices: 5 años. Y es que según Santandreu “el ser humano no está programado para tener una convivencia basada en la monogamia o en una pareja para toda la vida”. Entonces, ¿puede haber realmente una obsolescencia programada en el amor? Para explicar su tesis explica que el miedo a la soledad y el sentimiento de la necesidad de emparejarnos hace que nos aferremos a un clavo ardiendo que lo único que nos proporciona es infelicidad, por eso cree que el amor se acaba a los cinco años de estar con alguien, porque es entonces cuando una relación de pareja cambia de tener amor a estancarse en la comodidad. Una de las convicciones a las que él achaca, sobre todo esa imposibilidad de estar con alguien más de cinco años, es a la idea romántica de la monogamia, a la que hace referencia como un sistema que genera celos y a la larga, una autoexigencia utópica basada en la representación de la fidelidad activa que vuelve a las parejas más tóxicas y dependientes. Asegura que el 50% de las parejas jóvenes no duran más de 10 años con la misma persona, de hecho, afirma que la mitad de los hombres y el 33% de las mujeres son infieles varias veces durante una relación.
Aun teniendo en
cuenta las palabras de Rafael Santandreu, el mundo de las relaciones no es una
ciencia, no hay una regla aplicable a todas las situaciones ya que más de uno
habrá sido testigo de cómo sus padres después de 30 años de matrimonio se
siguen mirando con admiración absoluta, o como una pareja de ancianos se dan la
mano cariñosamente mientras caminan por la calle.
La psicóloga Mónica E. Díaz abre una puerta de
esperanza para aquellos que crean que un amor duradero en el tiempo es posible.
La experta asegura que no importa cuántas veces se cambie de pareja, cada par
de meses, cada año o cada 10, sin evolucionar como individuos estamos
destinados a cometer los mismos errores o patrones que hicieron fracasar
anteriores relaciones. Es más, explica que cambiar continuamente de pareja
puede hacer que se incremente la insatisfacción por tener altas expectativas, ya
que tal y como dice la experta: “el enamoramiento es como una droga, si se
consume demasiado de esa droga cada vez se generará más tolerancia, por lo que
se necesitará más y llegará el día en que la persona no se sienta bien con
ninguna cantidad”. Viene a explicar que engancharse a esa “luna de miel” de
los primeros años una y otra vez hace querer eso mismo con todas y cada una de
las futuras relaciones que se presenten y que haya una especie de barrera o
miedo a llegar a un punto de comodidad o del día a día y que ese sentimiento del
principio cambie.
Por Irene Chinea.
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